En "Yo Soy el Diego de la gente", la autobiografía del diez, Maradona hace un repaso por los dos partidos que tuvo con la selección peruana, el 23 de junio, en Lima, y el 30 de junio en Buenos Aires, como el escribe: “Los dos partidos contra Perú, los que definían la historia, fueron terribles, ¡terribles!”. Al único jugador peruano que menciona de aquel partido en Lima, que gano la selección 1 a 0 a la Argentina, gol de Juan Carlos Oblitas, es a Luis Alberto Reyna, su sombra en aquel encuentro.
El primero en Lima, el 23 de junio, fue el de Reyna... Lo digo así y ya todo el mundo sabe de qué estoy hablando, de aquel muchacho que me siguió hasta el baño, ¡una cosa de locos, viejo! En una jugada, pisé mal y salí de la cancha, para que me viera el tordo (se refiere al doctor). ¡Y el tipo me siguió hasta el borde de la cancha! Cuando volví, se me paró otra vez al ladito, el cabeza de termo… Cada uno hace lo que puede, ¿no?, pero este muchacho se pasó de la raya... Me pegaba trompadas, también. Está bien, era local, a la semana siguiente tenían que ir a jugar a Buenos Aires, ¿qué le iba a decir? ¿Qué allá lo iba a matar? Si eso no era cierto... Qué bárbaro ese Reyna: después de esa experiencia, con los años, me fui dando cuenta de que me gustaba más que me marcaran hombre a hombre, porque me los sacaba de encima, así, tac, rapidito, y quedaba solo. En cambio, en zona era más complicado. Pero lo de Reyna... Y pensar que a Cuba me llegó una pelota firmada por todos los futbolistas peruanos, deseándome la recuperación y estaba la de él, también.... ¡Hasta La Habana y a los 40 años me siguió, el hijo de puta!, menciona en sus memorias con buen humor.
Maradona es contundente, aquel partido con Perú en el Monumental, en aquellas eliminatorias, es el más sufrido de toda su carrera:
¡Mamita, cómo sufrimos, mamita! ¡El susto que tuve esa tarde, en el Monumental, no lo había tenido nunca y no creo, ya, a esta altura, que lo vuelva a tener en una cancha de fútbol! Pero, ¿¡cómo puede ser, viejo!? Estábamos jugando bien, por primera vez estábamos jugando bien, je, y resulta que nos metieron dos contraataques y dos goles, dos goles en el primer tiempo... Nos hablábamos con Passarella, no entendíamos nada... Camino al vestuario, al final del primer tiempo, nos reputeábamos entre nosotros, porque nos dábamos cuenta de que lo estábamos perdiendo por errores nuestros. En el entretiempo, Carlos no nos dijo nada de los goles, nada del primer tiempo, nos gritó que nos olvidáramos, que empezáramos de nuevo, que saliéramos a clasificarnos para el Mundial y que... ¡nos dejáramos de joder! Pero yo sabía que no era fácil, estábamos nerviosos. Así describe aquel primer tiempo con la selección peruana, que vencía 2 a 1 a la Argentina, en la misma Buenos Aires, y aseguraba su clasificación al mundial de Fútbol de Mexico 86. Los goles peruanos que enmudecieron el Monumental de Nuñez, el mítico estadio de River Plata, fueron de José Velásquez y Gerónimo Barbadillo.
Maradona prosigue su relato de aquella tarde:
En una, después de un pique, miré el cartel electrónico y marcaba 23 minutos. Hice un pase, miré otra vez, ¡32! ¡Hijos de puta los peruanos, ¿adelantaban el reloj o qué?! Y al final, cuando faltaban diez, llegó aquella jugada de Passarella, el empujoncito de Gareca, ¡qué sé yo! Yo ni me di cuenta quién había hecho el gol, pero lo tenía cerca a Pedrito Pasculli y me abracé con él, me abrazaba con cualquiera... Pero fue de Gareca, fue del Flaco, si no la pelota se iba afuera, se iba afuera. Hasta ese momento, yo pensaba en la palabra repechaje y se me rompía el alma. Estaba fundido, fundido físicamente y con la maldita rodilla derecha a cuestas: soñaba con pegarle y clavarla en un ángulo, pero no me daba, no me daba... Por suerte al fin se nos dio, a todos. Nos clasificamos para el Mundial de México y ahí mismo, lo juro por mi madre, le dije al Flaco Gareca: "Así, así vamos a terminar la final del Mundial nosotros... Sufriéndola, pero ganándola". Habrá que preguntarle al seleccionador peruano si es verdad aquella premonición del diez.
Por supuesto en las memorias del Diego no hay espacio para el artero faul que le propino Julián Camino a Franco Navarro, dejándolo en tan mal estado que debió ser reemplazado en los primero minutos del primer tiempo. La marca de Reyna es una anécdota en la historia de Maradona, pero el golpe de Camino contra el delantero peruano fue un acto de malicia futbolística que quedara en la historia del fútbol mundial.