La historia nos enseña que el aislamiento puede tener consecuencias significativas en el escenario global. Tras la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos adoptó una postura no intervencionista que permitió a Alemania, Italia y Japón expandirse y conquistar territorios sin una oposición efectiva. Estas potencias del Eje sabÃan que Estados Unidos habÃa reducido sus fuerzas armadas y no estaba preparado para entrar en una guerra en dos frentes, Europa y Asia. Aprovecharon esta oportunidad para establecer sus áreas de influencia regional sin temor a una intervención estadounidense.
En pleno siglo XXI, observamos paralelismos inquietantes. Una parte considerable de los estadounidenses no ve con buenos ojos la intervención en Ucrania o la defensa de Taiwán. Algunos abogan por limitar la venta de armas a paÃses como Israel, mientras que otros apoyan continuar armando al Estado judÃo. Esta división refleja una creciente tendencia hacia el aislacionismo en la polÃtica exterior de EE.UU.
La ayuda que se presta a la defensa de Ucrania y la promesa hacia Taiwán de intervenir si es invadida han impedido que Rusia y China vayan más allá en sus planes de dominio. Sin embargo, si Ucrania y Taiwán cayeran, estas potencias podrÃan no tener lÃmites en sus afanes de cambiar el orden mundial, poniendo en peligro la democracia liberal que repudian.
La posible reelección de Donald Trump podrÃa intensificar esta postura. Trump ha expresado repetidamente que otros paÃses deben asumir una mayor parte de los gastos de defensa, especialmente en la OTAN y en Asia. Su visión implica que Estados Unidos reduzca su papel tradicional como lÃder en alianzas internacionales, lo que podrÃa redefinir el equilibrio de poder global y abrir espacios para que potencias como Rusia y China amplÃen su influencia.
En Oriente Medio, un gobierno de Trump podrÃa otorgar mayor libertad al primer ministro israelÃ, Benjamin Netanyahu, para intensificar acciones contra grupos palestinos considerados terroristas y financiados por Irán. Esto podrÃa incluir operaciones en Gaza y LÃbano, y potencialmente aumentar el éxodo de palestinos de sus territorios, prolongando el conflicto en la región.
Por otro lado, la continuidad de las polÃticas de la administración Biden bajo el liderazgo de Kamala Harris brindarÃa cierta estabilidad a aliados como Ucrania. El presidente VolodÃmir Zelenski es consciente de que, con Trump, serÃa más difÃcil mantener el nivel de ayuda actual, posiblemente obligándolo a pactar una paz con Rusia que implique la pérdida de territorios.
En relación con China, los últimos cuatro años han visto esfuerzos para limitar la influencia china en inversiones latinoamericanas y promover el regreso de empresas a EE.UU. o su relocalización en paÃses como Vietnam, India o México. Estos movimientos buscan contrarrestar el poder económico de China, pero un cambio en la administración podrÃa alterar esta estrategia.
Las próximas elecciones no solo determinarán el rumbo interno de Estados Unidos, sino también su papel en el escenario internacional. Un giro hacia el aislacionismo podrÃa tener repercusiones significativas en conflictos globales y en la estabilidad de regiones clave.
Es esencial reflexionar sobre las lecciones del pasado. El no intervencionismo estadounidense permitió en su momento la expansión de regÃmenes totalitarios que desencadenaron una guerra mundial. En un mundo interconectado, los desafÃos globales requieren liderazgo y cooperación internacional. La decisión está en manos del electorado estadounidense, cuyas elecciones impactarán más allá de sus fronteras, moldeando el futuro de la polÃtica global en los años venideros.