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Jueves 13 de Abril del 2023

El magnicidio de Alejandro II, el primer monarca asesinado por el terrorismo

Autor: Cusi Huallpa


Alejandro II fue un hombre de su tiempo, acabo con viejas instituciones feudales como la servidumbre campesina, pero se aferro al poder absoluto como lo hicieron sus antecesores


El magnicidio de Alejandro II el primer monarca asesinado por el terrorismo


Si los historiadores tuvieran que elegir una fecha y un acontecimiento que cambio completamente el rumbo de la historia rusa sin duda seria el 13 de marzo de 1881, cuando sucedió lo impensable en la Rusia imperial, por primera vez un zar fue asesinado en un atentado organizado fuera de los estamentos del poder. La víctima era Alejandro II, el zar más liberal, que intento modernizar la sociedad y el gobierno del imperio ruso.

El zar Alejandro II de Rusia, nacido el 29 de abril de 1818, ascendió al trono en 1855. Su reinado se caracterizó tanto por reformas progresistas como por el férreo control absoluto que mantuvo sobre el pueblo ruso, durante su reinado se creó la Ojrana, la policía secreta zarista, encargada de investigar y apresar a cualquier disidente político.

La reforma más importante de su administración fue la emancipación de los Siervos en 1861, que en teoría acababa con el Feudalismo ruso, permitiendo que los campesinos, los Siervos, pudieran movilizarse sin restricciones. Ya no estaban obligados a trabajar exclusivamente para el terrateniente, el señor Feudal, que poseía las tierras donde vivían.

Otra trascendental medida que implemento Alejandro II fue el flexibilizar las restricciones impuestas a los judíos rusos por su padre, Nicolás I, como la abolición del sistema cantonista de rusificación que se había establecido en 1827. El sistema Cantonista obligaba a los hombres judíos de 12 a 18 años a recibir Educación rusa y cristiana en preparación para el servicio militar obligatorio. En las zonas judías se debía cumplir con entregar al zar un numero determinado de reclutas, muchas veces literalmente se secuestraba a niños para cumplir con la cuota exigida de reclutas. Alejandro II también permitió que algunos judíos vivieran fuera del área conocida como la Zona de Asentamiento, una región que comprendía el 20% del territorio de la Rusia europea, que corresponde a territorios de las actuales Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Letonia, Lituania y Estonia, a donde fueron expulsados los judíos, desde 1835.

Además, el zar introdujo reformas en el sistema educativo, el militar, y el judicial, destinadas a modernizar Rusia, y dejar atrás la estela feudal que aún se resistía a desaparecer sobre todo en el interior del país. Rusia era, a mediados del siglo 19, la nación más atrasada de Europa, sin libertades, sin el acceso de las clases bajas y medias a mejorar su condición social y económica si no pertenecían a la nobleza rusa.

A pesar de estos cambios en el sistema absolutista y feudal ruso, el zar no se atrevió, quizás presionado por la oligarquía terrateniente, que poseía grandes extensiones de tierra, y los militares, a cuya cabeza siempre estaba un Romanov y la nobleza, hacer de Rusia una monarquía constitucional, siguiendo el modelo inglés. El zar Alejandro II, y sus sucesores, se resistieron a ser un rey nominal, reinar, pero sin ejercer el poder absoluto. Habría que acotar que aquella negativa le costaría la vida al zar Alejandro II, y posteriormente, a su nieto, Nicolás II, asesinado por los bolcheviques con toda su familia en 1918, pero eso es otra historia.

El Atentado

En la mañana del domingo 13 de marzo de 1881, Alejandro II salió de su palacio en dirección a la Armería de Mikhailovsky para asistir a un desfile militar, acompañado como de costumbre con una gran comitiva. El trayecto que seguía era conocido. El zar viajaba en un carruaje cerrado por las calles de la ciudad. Los miembros de Narodnaya Volya (Voluntad del Pueblo), un grupo revolucionario que buscaba derrocar a la monarquía rusa, habían planeado cuidadosamente el atentado contra el zar.

Uno de los conspiradores, Nikolai Rysakov, estaba en posición, esperando el momento oportuno para lanzar la primera bomba al paso del carruaje del zar. Cuando el carruaje se acercó, Rysakov lanzó la bomba, que explotó bajo los caballos, matándolos e hiriendo gravemente al conductor y a algunos guardias de seguridad. Sin embargo, Alejandro II salió ileso del ataque. Creyendo que todo había pasado abandono el carruaje para evaluar la situación.

Sin embargo, el otro conspirador, Ignacy Hryniewiecki, se acercó al zar, sin que nadie lo detuviera, aprovechando el momento de confusión para lanzar una segunda bomba a los pies del zar. La explosión fue devastadora, hiriendo fatalmente a Alejandro II y causando lesiones a otras personas cercanas.

El zar fue llevado rápidamente a su palacio en estado crítico, pero sus heridas eran demasiado graves. Falleció pocas horas después del atentado. La muerte de Alejandro II marcó el fin de sus políticas reformistas, dando paso a una era de gobierno reaccionario bajo el reinado de su hijo, Alejandro III.

Entre los conspiradores se encontraba Sophia Perovskaya, nacida en 1853 en el seno de una familia aristocrática. Aunque hija de un noble, emparentado con la familia imperial, fue una revolucionaria dedicada y participó activamente en la planificación y ejecución del complot del asesinato del zar.

Tras el magnicidio, se inició una persecución contra todos los miembros del Narodnaya Volya, logrando detener a Rysakov, quien sin poder resistir la tortura a la que fue sometido delato al resto de involucrados en el complot. Sophia Perovskaya y otros cabecillas fueron arrestados, juzgados y posteriormente ejecutados el 15 de abril de 1881.

¿La muerte del zar cambio Rusia?

Aunque suene paradójico, el asesinato del zar no consiguió acabar con la autocracia rusa, por el contrario, la fortaleció. El nuevo emperador, Alejandro III, revirtió la mayoría de reformas liberales que llevo a cabo su padre. Una de las reformas frustradas fue la implementación de parlamento ruso, o Duma, lo que en la práctica significaba, para la monarquía, compartir el poder con un cuerpo legislativo.

Asimismo, temeroso de sufrir un atentado terrorista, Alejandro III convirtió a Rusia en un estado policiaco, miles de disidentes políticos fueron arrestados, los que no se exiliaron terminaron en Siberia, o asesinados.

Otra de las consecuencias del magnicidio fue que las minorías, sobre todo la judía, volvieron a ser perseguidas, desatándose pogromos en varias ciudades y pueblos del imperio ruso. Aunque no era cierto, se esparció la falsa noticia de que los asesinos del zar eran judíos, sufriendo muchos miembros de esta comunidad linchamientos y destrucción de sus propiedades, resurgiendo en Rusia, y en toda Europa, el antisemitismo, que llevaría a una nueva era de persecuciones contra los judíos en el mundo occidental.


El Autor

Cusi Huallpa


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