El magnicidio de Alejandro II, el primer monarca asesinado por el terrorismo
Autor: Cusi Huallpa
Alejandro II fue un hombre de su tiempo, acabo con viejas instituciones feudales como la servidumbre campesina, pero se aferro al poder absoluto como lo hicieron sus antecesores
Si los historiadores tuvieran que elegir una fecha y un acontecimiento que cambio completamente el rumbo de la historia rusa sin duda seria el 13 de marzo de 1881, cuando sucedió lo impensable en la Rusia imperial, por primera vez un zar fue asesinado en un atentado organizado fuera de los estamentos del poder. La vÃctima era Alejandro II, el zar más liberal, que intento modernizar la sociedad y el gobierno del imperio ruso.
La reforma más importante de su administración fue la emancipación de los Siervos en 1861, que en teorÃa acababa con el Feudalismo ruso, permitiendo que los campesinos, los Siervos, pudieran movilizarse sin restricciones. Ya no estaban obligados a trabajar exclusivamente para el terrateniente, el señor Feudal, que poseÃa las tierras donde vivÃan.
Además, el zar introdujo reformas en el sistema educativo, el militar, y el judicial, destinadas a modernizar Rusia, y dejar atrás la estela feudal que aún se resistÃa a desaparecer sobre todo en el interior del paÃs. Rusia era, a mediados del siglo 19, la nación más atrasada de Europa, sin libertades, sin el acceso de las clases bajas y medias a mejorar su condición social y económica si no pertenecÃan a la nobleza rusa.
En la mañana del domingo 13 de marzo de 1881, Alejandro II salió de su palacio en dirección a la ArmerÃa de Mikhailovsky para asistir a un desfile militar, acompañado como de costumbre con una gran comitiva. El trayecto que seguÃa era conocido. El zar viajaba en un carruaje cerrado por las calles de la ciudad. Los miembros de Narodnaya Volya (Voluntad del Pueblo), un grupo revolucionario que buscaba derrocar a la monarquÃa rusa, habÃan planeado cuidadosamente el atentado contra el zar.
Uno de los conspiradores, Nikolai Rysakov, estaba en posición, esperando el momento oportuno para lanzar la primera bomba al paso del carruaje del zar. Cuando el carruaje se acercó, Rysakov lanzó la bomba, que explotó bajo los caballos, matándolos e hiriendo gravemente al conductor y a algunos guardias de seguridad. Sin embargo, Alejandro II salió ileso del ataque. Creyendo que todo habÃa pasado abandono el carruaje para evaluar la situación.
Sin embargo, el otro conspirador, Ignacy Hryniewiecki, se acercó al zar, sin que nadie lo detuviera, aprovechando el momento de confusión para lanzar una segunda bomba a los pies del zar. La explosión fue devastadora, hiriendo fatalmente a Alejandro II y causando lesiones a otras personas cercanas.
Entre los conspiradores se encontraba Sophia Perovskaya, nacida en 1853 en el seno de una familia aristocrática. Aunque hija de un noble, emparentado con la familia imperial, fue una revolucionaria dedicada y participó activamente en la planificación y ejecución del complot del asesinato del zar.
Tras el magnicidio, se inició una persecución contra todos los miembros del Narodnaya Volya, logrando detener a Rysakov, quien sin poder resistir la tortura a la que fue sometido delato al resto de involucrados en el complot. Sophia Perovskaya y otros cabecillas fueron arrestados, juzgados y posteriormente ejecutados el 15 de abril de 1881.
¿La muerte del zar cambio Rusia?
Aunque suene paradójico, el asesinato del zar no consiguió acabar con la autocracia rusa, por el contrario, la fortaleció. El nuevo emperador, Alejandro III, revirtió la mayorÃa de reformas liberales que llevo a cabo su padre. Una de las reformas frustradas fue la implementación de parlamento ruso, o Duma, lo que en la práctica significaba, para la monarquÃa, compartir el poder con un cuerpo legislativo.
Asimismo, temeroso de sufrir un atentado terrorista, Alejandro III convirtió a Rusia en un estado policiaco, miles de disidentes polÃticos fueron arrestados, los que no se exiliaron terminaron en Siberia, o asesinados.
Otra de las consecuencias del magnicidio fue que las minorÃas, sobre todo la judÃa, volvieron a ser perseguidas, desatándose pogromos en varias ciudades y pueblos del imperio ruso. Aunque no era cierto, se esparció la falsa noticia de que los asesinos del zar eran judÃos, sufriendo muchos miembros de esta comunidad linchamientos y destrucción de sus propiedades, resurgiendo en Rusia, y en toda Europa, el antisemitismo, que llevarÃa a una nueva era de persecuciones contra los judÃos en el mundo occidental.