Hoy siete de octubre se cumplen 451 años de una batalla en la que se enfrentaron las dos religiones más importantes del mundo, la cristiana y la musulmana. El rey de España, como abanderado de la cristiandad, confronto al gran Sultán Otomano, Solimán el Magnífico, el más poderoso soberano musulmán de la época.
Las fuerzas navales cristianas aliadas bajo el nombre de Liga Santa, una coalición formada por el Imperio español, Venecia y los Estados Pontificios, se enfrentaron con la flota del Imperio Otomano en Lepanto, llamada así por los venecianos, o Inebahtı, como era conocida por los otomanos, en la costa norte del estrecho que separa el golfo de Patras del golfo de Corinto, en Grecia. Han transcurrido 451 años, y aún aquella batalla es recordada en todo el mundo occidental, no solo porque es considerada una de las mayores batallas navales de la historia, si no porque contuvo el avance otomano en el mediterráneo. Miguel Cervantes, quien combatió en aquella batalla, donde perdio la movilidad de su mano, señaló la batalla como el evento más importante en siglos. Fue uno de los mayores conflictos con embarcaciones propulsadas por remos y la primera victoria significativa sobre una flota otomana.
El Imperio Otomano parecía imbatible en el mediterráneo, en 1565 Sitio Malta, y en 1570 conquista Chipre. En este ambiente, la República de Venecia se unió a la Liga Santa iniciada por el Papa Pío V, jefe de la Iglesia Católica y gobernante de los Estados Pontificios, para dar un gran golpe a la flota otomana. El Papa Pío V tenía como objetivo restaurar el control del Mediterráneo central bajo la cristiandad. Venecia pretendía asegurar sus colonias en el Levante, especialmente en Chipre, conquistada por los otomanos. Mientras que España esperaba librarse de las amenazas que ponían en peligro las costas de España y sus dominios en Italia. Los intereses de los aliados en el mediterráneo llevaron, a estos, a hacer causa común ante la amenaza de la expansión mediterránea de los otomanos y evitar que el Mediterráneo se convirtiera en un gran puerto naval turco.
En 1560, un esfuerzo cristiano para controlar el poder otomano en el mar terminó en desastre. Los otomanos bajo el mando del almirante Piyale Pasha derrotaron a una flota de barcos cristianos aliados, lo que resultó en la pérdida de 27 galeras y el control de Djerba, una isla fortaleza frente a la costa de Túnez.
Cinco años más tarde, aunque ampliamente superadas en número, las fuerzas cristianas prevalecieron en Malta durante un asedio de tres meses. Pero los otomanos contraatacaron Chipre en 1570, reclamando la ciudad de Famagusta después de un asedio de un año. La guarnición fue pasada a espada. El comandante cristiano, un tal Marcantonio Bragadin, fue desollado vivo, disecado y atado a la parte delantera de una galera.
Fue por esta época que el Papa Pío V formó lo que sería recordado como la Liga Santa. Consistía en los Estados Pontificios, España, muchas pequeñas ciudades-estado mediterráneas y Venecia (un aliado clave que se unió a la Liga después de meses de oración del Papa).
La fuerza de la Liga Santa, era comandada por Don Juan de Austria, hijo ilegitimo de Carlos V, medio hermano del rey Felipe II, contaba con más de 200 galeras, casi 50,000 soldados y marinos, y unos 1815 cañones. Entre combatientes habia más de 10 mil españoles, 5 mil alemanes, venecianos, griegos, y de otras nacionalidades. Mucha de esta fuerza estaba compuesta por mercenarios.
Al final de la batalla, siempre según las fuentes cristianas y musulmanas, unos 10 mil combatientes cristianos murieron, y entre 20 y 30 mil otomanos perdieron la vida. La mayor parte de la armada otomana fue capturada. El éxito de las fuerzas cristianas fueron celebradas en toda Europa.
Sin embargo, los especialistas de la época coinciden en que si bien Lepanto fue un evento destacado, al final no llevó a ninguna parte. Las fuerzas aliadas se disolvieron y el Papa Pío V murió al siguiente año. Venecia celebro un nuevo tratado con los otomanos en 1573, acordando entregar las fortalezas capturadas en Albania y Bosnia, entregando Chipre a los turcos y aumentando el tributo pagado por la isla de Zante.
Acordaron también intercambiar prisioneros, confinar su flota y pagar una compensación de guerra. España que estaba casi en bancarrota no pudo evitar que los otomanos capturaran Túnez en 1574. Por lo tanto, la expansión española en los territorios del norte de África nunca prosperaron. Por lo tanto, parece difícil decir que la batalla tuvo un impacto duradero en el Imperio Otomano. Los otomanos lograron reconstruir su armada en un período de tiempo muy corto. Seis meses después de la derrota, los otomanos volvieron con más fuerza y se hicieron a la vela hacia el Mediterráneo, donde no pudieron encontrar una armada que les respondiera, y así conquistaron Túnez.
Algunos euro centristas consideraban que la batalla de Lepanto significo el declive otomano en Europa y el norte de África, pero como ya hemos referido el Imperio Otomano siguió expandiéndose en aguas del mediterráneo casi por un siglo, hasta el sitio de Viena en septiembre de 1683, fecha que si marca un punto de inflexión en la historia otomana, desde aquel fracaso a la puertas de Viene, el imperio pierde brillos, y la iniciativa en Europa, perdiendo territorios en el continente.