El cura argentino Corbacho (59) fue sentenciado a 45 años de cárcel, mientras que el italiano Corradi (83) a 42, según el fallo leído este lunes en el tribunal. En los dos casos, se consideró como agravante que eran responsables de la guarda de los chicos y ministros de culto, así como el hecho de que las víctimas eran menores de edad. De igual manera fue condenado a 18 de prisión Armando Gómez, el jardinero del centro de enseñanza, por abuso sexual con acceso carnal. Su pena fue solo la mitad que la de Corbacho y Corradi porque el fiscal tuvo en cuenta entre los atenuantes tres factores: que se trata de una persona analfabeta, de poca instrucción e influenciable. Aún así, sobre él caen graves denuncias, como la del diario Los Andes, quien asegura que Gómez guardaba entre sus pertenecías prendas intimas de estudiantes de la institución.
Más de veinte denuncias fueron presentadas contra los sacerdotes del Instituto Próvolo, cuyas víctimas son sordomudos o discapacitados que asistieron a esa entidad. A lo largo de los 49 días que duró el proceso, uno de los testigos sostuvo ante los jueces del tribunal, que Gómez lo tocó en sus partes íntimas y afirmó que fue abusado sexualmente por una persona que quedó desligada del expediente al ser declarada ininmputable.
En este caso ya fue condenado a 10 años de prisión en un juicio abreviado el ex administrativo Jorge Bordón (63) y se determinó que uno de los acusados -Luis Ojeda (41)- es inimputable por no comprender la criminalidad de sus actos.
El testigo, que fue alumno del establecimiento entre 1997 y 2008, también relató que otro compañero dormía los fines de semana en la habitación de Corradi, aunque no pudo precisar si fue abusado. En segundo término prestó testimonio la pareja del testigo anterior, quien estuvo en el Próvolo entre los años 2006 y 2008, cuando fue expulsada. Declaró que aunque ella no sufrió los abusos, aseguró que sí tenía conocimiento que a su hermana le pegaban y también sospecha que era violada.
La joven sostuvo que dedujo esto por los cambios de comportamiento y humor, pero que también vio una vez una de sus prendas de ropa interior con rastros de semen. Además, declaró que su padre vio a un chico con los pantalones bajos y sangrando y dio testimonio del maltrato a que sometía la monja Kosaka Kumiko a los chicos y que una cocinera le pidió que no comente nada.
Además de los abusos en el Próvolo de Mendoza, se están investigando hechos similares en la sede de La Plata, y anteriormente hubo denuncias en Verona, Italia, donde surgió la institución y también se apuntó al cura italiano Corradi, trasladado a la Argentina.
La iglesia Católica ante el juicio
Tras hacerse público el escándalo del Próvolo, el Papa Francisco envió a dos curas para investigar los casos, los resultados de sus investigaciones serian dirigidas al Vaticano, sin dar cuenta a la Justicia argentina, una práctica habitual en la Iglesia ante esta clase de situaciones.
No obstante, aquellos representantes de la Santa Sede, Dante Simón y Juan Martínez, fueron denunciados por abogados querellantes y otras agrupaciones dedicadas a casos de abusos al considerar que ocultaron datos sensibles sobre los delitos, o que no aportaron información a las autoridades argentinas. Los fiscales, sin embargo, no dieron lugar a las denuncias contra los enviados del papa.
Por su parte, Simón y Martínez explicaron en entrevistas que ellos estaban disponibles si las autoridades judiciales requerían sus aportes. A su vez, aclararon que así como existe el secreto de sumario en la Justicia tradicional, la Iglesia tiene su secreto canónico, a menos que los jueces soliciten información.