Ciryll era su nombre, un nombre extraño que me impulsó a preguntar, "¿cuál es su nacionalidad amigo?". “Soy suizo”, me respondió, con un español muy aceptable. “Oh!!, el país de los buenos quesos, relojes, navajas y de la colorida y famosa guardia del Vaticano", le comenté reconociendo al país de los cantones.
Ciryll ocultando poco su orgullo me habló del orden de su país, de su solvencia económica y cultural, de su infraestructura y su geografía, y a continuación me habló del Perú. Del caos en las pistas, de los ambulantes, de la delincuencia y la corrupción de alto nivel, lo que me conmovió fue el final de su discurso:
"Tenemos que hacer algo, tenemos mucho potencial, hay muchas cosas buenas". La verdad ese "tenemos" fue muy grato de oír, era una expresión esperanzadora.
Las palabras de Ciryll me hicieron recordar un punto del que no se habla mucho cuando viene a nuestra mente el orden suizo, no todo es maravilloso allá, ni un horror aquí, no todo:
"¿Cuál es la explicación de la tradicional neutralidad suiza?", le pregunté, según Ciryll, era el respeto que se había ganado en Europa por distintas razones, entre ellas la unión irrompible de los cantones (provincias) y la fama incuestionable de los aguerridos mercenarios suizos, al extremo de que se hizo famosa la frase: "¿No hay dinero?, entonces no hay suizos".
La explicación parecía convincente, excepto por una razón no mencionada, después de la derrota de Napoleón a inicios del siglo XIX, las potencias europeas convinieron que Suiza sería en lo sucesivo una isla de paz y que su soberanía sería inviolable, desde ese momento se selló su carácter neutral, ese arreglo era la respuesta a una necesidad.
Durante muchos siglos Europa vivió constantemente en guerra, y no había una isla de "descanso", faltaba un lugar donde guardar las riquezas con la confianza del caso, un lugar donde quedarse en caso de ser perseguido; con o sin buenas razones. Europa necesitaba una zona neutral. Se decidió crearlo en 1815, a esos lugares hoy se les llama paraísos financieros, ahí se abraza un rico israelí con un financista de Hamas; comparten una mesa un empresario chino con un banquero norteamericano, o un Irlandés del IRA con un inglés de Scotland Yard. Los intereses personales se dejan en la frontera y la tolerancia se impone, las armas callan, y la diplomacia predomina. La neutralidad suiza fue un gran negocio, por ello Suiza se hizo rica y prospera.
En la segunda mitad del siglo 20, cuando Europa ya era un remanso de paz, sin guerras y conflictos internos, Suiza debió reinventarse, y se convirtió en el paraíso fiscal de Europa y Norteamérica, donde los grandes empresarios estadounidenses, francés o alemanes se establecieron para poder pagar menos impuestos que en sus países. Asimismo, sus bancos se expandieron, les dieron la bienvenida a las grandes fortunas de los países del tercer mundo, sin hacer preguntas incomodas.
Montesinos tenía su dinero guardado en bancos suizos, las coimas que recibió en sus 10 años como asesor terminaron en las bóvedas suizas. Solo una parte se ha recuperado.
Ciryll reconoció avergonzado que el dinero de la corrupción de África Asia y América Latina llega a su país para ser puesta a buen recaudo, señaló además que hace no menos de 10 años ya todo eso ha cambiado, pero yo le recordé que las coimas de Odebrecht llegaron allá hasta hace poco. Ciryll no lo sabía, pero lo aceptó y redobló su compromiso: "saldremos de esto". Una conversación inesperada con un giro inesperado.