Hernando de Soto es el economista estrella del tercer mundo, desde hace 30 a
Hernando de Soto se hizo conocido a nivel mundial por el libro “El otro sendero”, un libro monumental que por cierto, aunque de Soto intente ocultar, sobre todo fuera de Perú, fue escrito con la colaboración de Enrique Ghersi y Mario Ghibellini, que aparecen en Indecopi como co-autores, sobre la informalidad en el Perú. Aseguraba que la pobreza del Perú se debía a que eramos un país de propietarios sin títulos de propiedad; millones de peruanos, decía, tenían una fortuna en parcelas agrícolas o terrenos urbanos que no podían beneficiarse de créditos porque carecían de títulos que reconocieran su propiedad, menos podían venderlas porque para el estado estas propiedades no existían.
Para el año que fue lanzado El otro sendero, 1989, el Peru vivía un cataclismo económico, con nombre propio, Alan García, incluía su nombre en esa gran lista de desafortunados socialistas e incapaces que destruyeron la economía de sus países, conduciendo a la pobreza a millones de ciudadanos, y al hambre. Sus políticas socialistas de control de precios, de expropiación de los ahorros en dólares, proyectos fracasados como la nacionalización de la banca, aumentar empleados en entidades de estado, como en empresas públicas, simplemente hizo colapsar el sistema económico peruano, y desato la mayor inflación que hubiera sufrido en tan corto tiempo un país latinoamericano.
En ese escenario el libro de de Soto era un alegato al estado socialista que desde Velazco normaba la actividad economía de los peruanos, y que con Alan García se convirtió en una pesadilla, que destruyo la economía peruana, y activo aún más la informalidad en casi todos los sectores de la economía peruana.
El otro sendero fue un libro revolucionario, por fin un economista del tercer mundo desenmascaraba al estado elefantiásico que asfixiaba al pequeño, mediano y gran empresario, cubriendo sus emprendimientos con una cortina burocrática, que impedía su prosperidad. Y aquel armatoste burocrático a su vez generaba corrupción, burócratas que exigían dinero para agilizar los trámites para abrir una empresa.
Lo que escribió Hernando de Soto perdió valor por sus acciones posteriores, sobre todo los 10 años en que fue cercano a Fujimori. Con Fujimori se redujo la burocracia estatal, se comenzó un amplio programa de titulación, que como apuntaba Hernando de Soto en su libro, era el fundamento del capitalismo peruanos. O eso creía de Soto y Fujimori. La verdad que en los 10 años del fujimorismo la burocracia estatal se redujo, pero no a niveles de los países como Chile o el Reino Unido, por el contrario, la corrupción generalizada del fujimorismo se beneficiaba de las trabas burocráticas para solicitar coimas. Muchos ministros fujimoristas eran sobornados para dar luz verde a proyectos mineros, por dar un ejemplo, que se saltaban el estudio medio ambiental.
De Soto, aunque diga que fue por corto tiempo, fue el principal asesor en economía de Alberto Fujimori, y no se entiende que mientras alentaba el registro de propiedad de los más pobres, no haya sido capaz de ver que el sistema que imponía el gobierno propiciaba la informalidad, que hoy seguimos padeciendo. De Soto nunca entendió bien cómo funcionaba el sistema económico en los barrios más pobres de las grandes ciudades del Perú, creía que titulando sus propiedades estos adquirían un estatus nuevo, de propietarios, que los haría prosperar, introduciéndolos en la economía formal, sin embargo al mismo tiempo Fujimori alentaba una economía popular donde cualquiera podía hacer empresa sin control alguno, por ejemplo: establecer colegios en casas, universidades en cualquier local comercial, sin invertir en infraestructura, como poner un hostal en barrios residenciales, o cachuelear haciendo taxi sin registrarse como tal. Buena parte de esa política absurda que estableció Fujimori, cuando de Soto era su asesor principal, es consecuencia de que Lima sea un caos, donde no hay separación entre negocios privados y áreas residenciales, creando enfrentamiento entre vecinos y empresarios, que durante los últimos años tuvieron carta libre para emprender donde quisieran.
El tiempo ha demostrado que de Soto se equivocó, su teoría de que registrando sus propiedades los pobres tendrían acceso a créditos, y por ende al mercado de capitales, no resulto real. Los bancos nunca prestaron a los pobres a pesar de tener sus propiedades tituladas, como de Soto predecía, por una razón muy simple, eran propiedades en zonas pobres, de un valor muy por debajo de propiedades que estaban en la Lima tradicional.
Más aún, después del fujimorismo, y gracias a que en democracia el estado peruano siguió una política de desburocratización, y se eliminó del estado a funcionarios corruptos, sustituidos por funcionarios públicos eficientes, atrayéndolos con mejores sueldos, se produjo un cambio, y se incentivó la formalización de empresas. Aquella ola de formalización de empresas peruanas tuvo como consecuencia que los bancos miraran a las pymes y pequeñas empresas, que solo tenían como garantía su nombre, su reputación. Los bancos no dieron los primeros préstamos a pequeños empresarios basados en las propiedades que tenían, sino en su reputación, en su historial crediticio.
Si el fujimorismo nunca fue capaz de conseguir crear un clima de confianza para inversiones en sectores informales, en democracia si se logró, porque el estado se hizo más eficiente. Desde el 2001 ser formal tuvo un valor muy importante, como el hecho que el estado solo aceptaba contratar empresas formales, lo cual empujo a miles de empresas a la formalidad.
En el caso de los créditos bancarios, la formalidad fue un requisito muy importante en los primeros años, pero pronto los bancos comprendieron que el mayor valor que tenía un empresario, sea formal o informal era su reputación. El crédito en el Perú se basa hoy sobre todo en el historial crediticio de un empresario, y los activos que maneja su empresa, no en las propiedades que posee.
En los últimos años de Soto ha vuelto con nuevas teorías y recetas para acabar con la pobreza de los peruanos. Se ha acercado a comodidades campesinas e indígenas hablándoles del gran capital que estos poseen, buscando cambiar el actual sistema de propiedad comunal que rige. Parece ignorar, de Soto, lo que son valores comunales, donde está casi intrínsecamente prohibido los medios de explotación industriales. Las tierras comunales nunca tendrán un valor económico, ni entraran a un mercado de capitales, porque no son individuos, sino colectivos que por su condición de pueblos originarios pueden explotar dichas tierras, pero no vender o generar deudas, un banco o cooperativa no va prestar dinero a una comunidad a la que nunca podrán expropiar sus tierras.
Las teorías actuales de Hernando de Soto, son populistas, habla de cambiar las leyes de propiedad del subsuelo, que imitemos los casos de Estados Unidos, donde el propietario de un terreno es dueño del subsuelo. En nuestro actual sistema legal si el propietario de un terreno encuentra petróleo, este es propiedad del estado. Por supuesto cuando entregas a la comunidad la propiedad de las riquezas que yacen debajo de sus terrenos consigues que sea más atractivo su explotación, ya no eres la víctima del estado que expropiara tus terrenos para que una minera venga a explotar esas riquezas, sino te vuelves el socio de la minera. Para de Soto esta es la gran solución para acabar con los enfrentamientos entre mineras y comunidades campesinas.
La cuestión es que somos un país unitario, tenemos como base legal que la riqueza de nuestro subsuelo pertenece a todos los peruanos, no solo a unos pocos, esa política ha permitido que cualquier explotación minera pague en impuestos cerca del 50% de sus ganancias al estado peruano. Cuando una comunidad crea que tiene derechos sobre el subsuelo y vea al estado como una enemiga de sus intereses dejaremos de ser una nación unitaria, y pasaremos a tener facciones regionales gobernadas por politicos corruptos que buscaran la división, porque querrán hacerse de los grandes ingresos que genera la explotación del subsuelo.