El presidente electo de Perú, el profesor Pedro Castillo, será el primer líder de una agrupación comunista que acceda a la presidencia en el Perú, en el pasado Ollanta Humala se hizo popular con una retórica marxista, apoyada económicamente por Hugo Chávez, pero su partido no tenía un claro derrotero comunista, más bien era una agrupación, como muchas en el Perú, creadas solo para lanzar a la presidencia a su caudillo, y una vez alcanzados sus objetivos desaparecieron del escenario político.
Pedro Castillo no es un ideólogo, ni un ideologizado marxista, solo es alguien que estuvo en el lugar y momento oportuno, ironías de la vida, fue justamente Keiko Fujimori y su partido político, quienes empoderaron a Pedro Castillo en 2017, cuando este lideraba una huelga de profesores, que desde el principio se sospecho era una maniobra política del fujimorismo para acabar con la reforma educativa peruana. La huelga de profesores consiguió sus objetivos politicos, provocar la caída de la ministra de educación, Marilú Martens, y de todo el gabinete del presidente Pedro Pablo Kuczynski, al que pocos meses después llevarían a renunciar a la presidencia. Aquella huelga catapulto la figura de Pedro Castillo, que hoy es ya presidente electo del Perú.
¿Una nueva izquierda latinoamericana?
La historia Latinoamérica ha sido un largo periodo de inestabilidad política; en dos siglos de independencia pasamos de los caudillos militares a los caudillos politicos, que se creían, como aquellos militares que gestaron la independencia de sus naciones, con derecho a gobernar ellos a sus países, eran los únicos capaces de llevarlos al desarrollo, los Diaz, los Trujillo, los Batista, los Perón, los Fujimori o los Chávez se han sucedido en nuestra historia, lideres mesiánicos que creen realmente, y le hacen creer a muchos, que sin ellos no es posible alcanzar la paz, el orden y la prosperidad en sus países, pero el saldo siempre es negativo, porque Latinoamérica siempre perdió la democracia, o impulso una democracia populista, asistencialista, o de beneficencia, donde el caudillo cumple con el pueblo, ofreciendo empleo, subvenciones, reducción de precios, vía decretos; un sistema que a la larga genera más pobreza, mas inflación, y el desarrollo de una clase social dependiente del caudillo por el que siempre vota, porque sin él aquellas dadivas desaparecen. Es lo que hacía el PRI en Mexico, Chávez en Venezuela o los peronistas en Argentina, por ello estas tres naciones, de las más ricas y prosperas de la región, con un potencial económico descomunal nunca han podido escapar del club de países pobres, violentos y corruptos. Los caudillo politicos vencedores han sido un lastre para nuestros países, es el caso de Fidel Castro, que por casi 50 años se perennizo en el poder, era él o nadie; o el PRI, formado por los caudillos vencedores en la revolución mexicana, que por 70 años se fueron repartiendo el poder en Mexico. En el siglo 21 no pudimos escapar a caudillos como Hugo Chavez, Evo Morales, o Daniel Ortega, un hombre del siglo 20 que se reinvento en el siglo 21 para regresar al poder y no dejarlo.
Si antes tuvimos longevas dictaduras de derecha, apoyadas por Estados Unidos, en lo que va del siglo las dictaduras son de izquierda, apoyadas por China y Rusia. Ambos extremos han sido incapaces de llevar al desarrollo a sus naciones, o por lo menos organizarlas, por el contrario empujaron a sus países al desfiladero, Venezuela es la mejor prueba de ello. Y en este escenario la extrema derecha se alimentó y engordo gracias al terror del comunismo. La consigna en las elecciones peruanas de la extrema derecha, liderada por Keiko Fujimori, era que su oponente convertiría al Perú en una nueva Venezuela.
No es una amenaza nueva, es lo de siempre, el miedo al comunismo es lo que permitió que, por décadas, muchas naciones latinoamericanas fueran gobernadas por dictadores, empoderados por Estados Unidos. Hasta que la amenaza se hizo realidad, no por una revolución sino por los votos, en 1970 por primera vez, en elecciones libres, un candidato de la izquierda, Salvador Allende, militante socialista, gano unas elecciones presidenciales en la región. Fue la primera oportunidad que tuvo la izquierda, pero fracaso. Allende intento cambiar el modelo económico y social chileno en pocos años, quizás inspirado por la revolución peruana de Juan Velazco Alvarado, que expropio todos los latifundios en manos de las familias más ricas del Perú, y expropio empresas extranjeras; pero aquellas acciones se dieron bajo una dictadura, que no consultaba, sino imponía. En un par de años el gobierno militar peruano transformo por completo la economía y la sociedad peruana; Allende intento hacer lo mismo en los tres años que gobernó Chile, sin conseguir buenos resultados, y no solo fue que los ricos se opusieron y boicotearon sus acciones, sino que muchos otros sectores de la sociedad, que se vieron afectados con su transformación económica, perdieron la confianza en él. El experimento socialista chileno intento hacer cambios radicales que nunca se habían producido en gobiernos democráticos, sino en dictaduras, como la peruana, la cubana o los países del este. Aquel factor precipito su caída, si el pueblo llano chileno hubiera sentido algún beneficio económico real, palpable, en esos 3 años de gobierno socialista los militares no se habrían atrevido a dar el golpe de estado que acabo con la democracia chilena y con la vida de Salvador Allende.
Pedro Castillo no puede intentar hacer lo que hizo Salvador Allende en Chile, creer que puede cambiar el sistema económico de un país en un par de años, mediante decretos. Perú no ha votado por un comunista, ha votado por un profesor que ofrecía acabar con la pobreza, que en los últimos 20 años se ha reducido más que en cualquier otro país latinoamericano. Hace solo 5 años más del 80% de los electores peruanos voto por partidos de centro derecha y extrema derecha. Si hoy es presidente del Perú lo es por varios factores, uno de ellos la pandemia que ha devuelto a millones de peruanos a la condición de pobreza, o a una reducción significativa de sus ingresos. Los peruanos del 2021 no creen más en el milagro económico peruano, que ofrecían mantener los partidos de la derecha, básicamente ofrecían más de lo mismo los partidos de derecha en las pasadas elecciones peruanas. La extrema derecha no entendió que el sistema quizás mejoro la economía de los más pobres, pero no su nivel de vida, ni sus expectativas educativas, de salud o seguridad.
El milagro económico peruano no es otra cosa que la buena administración del boom de materias primas que tuvo el Perú, mientras otros países, como Argentina o Venezuela dilapidaron los recursos que entraban, que parecían inagotables, el Perú mantuvo una política económica responsable, alejando al estado de aventuras estatistas, y políticas populistas, que son pan hoy y hambre mañana. Perú no cayó en esa vorágine continental de subvencionar todo lo que pudiera redituar en votos. Un caso paradigmático es que en Argentina hasta el futbol fue subvencionado, el 2009 Christina Kirchner compro los derechos de transmitir el futbol argentino, no solo los partidos de la liga local, sino hasta el mundial de futbol, le costó al estado argentino varios cientos de millones de dólares ese experimento de circo para el pueblo.
Perú, por el contrario, mantuvo una política monetaria anti inflacionaria, e inversiones en infraestructura, aunque por desgracia muchas obras cayeron en manos de empresas corruptas, que modernizo el país, y aquello permitió mantener un crecimiento sostenido cuando los precios de las materias primas cayeron. Hoy gracias a aquel orden fiscal, y a un bajo índice de deuda externa, Perú esta rápidamente volviendo por la senda del crecimiento económico, el FMI pronostica un crecimiento de 10.5% este año de su economía, pero no alcanzara para sacar de la pobreza a casi el 25% de su población, como levantar a miles de pequeñas y mediana empresas que se vieron afectadas en este año y medio de pandemia y restricciones comerciales.
Pedro Castillo gano las elecciones gracias a un slogan directo y provocador: “No más pobres en un país rico”, pero alguna vez Venezuela y Argentina fueron los países más ricos de la región, como lo son Mexico y Brasil, los dos países más industrializados de Latinoamérica. Todos nuestros países son ricos, tienen un potencial económico grandioso, pero no hemos podido, aunque pudo parecer en algún momento de nuestra historia, apuntalar un desarrollo sostenido bajo regímenes vario pintos, desde la extrema derecha, centro derecha, la izquierda moderada o la extrema izquierda; la región ha fracasado una y otra vez, sea cual sea la ideología que tuvieran sus gobernantes.
Y uno de los motivos sin dudar de nuestro fracaso es que nuestros caudillos han querido refundar siempre sus países, los Kirchner desmantelaron todo el sistema económico que impuso Menen en los 90’s; Iván Duque sigue los consejos de Uribe para entorpecer los acuerdos de paz con las guerrillas que consiguió acabar con una larga guerra interna; no se ha respetado en nuestras naciones el legado del anterior, sino que lo han querido desaparecer. Cuando Alan García retorno a la presidencia del Perú el 2006 una de las primeras acciones que tomo fue reducir el sueldo de todos los funcionarios público del estado peruano, que el anterior presidente, Alejandro Toledo, había empoderado, desconociendo que un funcionario bien remunerado, y que hace carrera en la administración pública es más eficiente, y podríamos decir que menos susceptible a caer en las garras de la corrupción. Con solo un decreto Alan García se deshizo de cientos de eficientes funcionarios públicos que ante la reducción de sus sueldos migraron a la empresa privada. En su lugar, García introdujo en el estado peruano a partidarios leales a él y su partido, a los que no les importaba ganar menos, porque como el mismo García decía, o dicen que dijo alguna vez, el dinero llega solo, es decir un funcionario sabe bien como ganar un dinero extra en la administración pública.
Si Pedro Castillo considera que debe refundar el Perú, y no solo corregir los errores que arrastra el Perú desde hace años, que impide reducir la brecha entre pobres y ricos, estará cometiendo los mismos errores que a lo largo de dos siglos de vida independiente han cometido quienes nos han gobernado por la fuerza de los votos, como por las armas. Cambiar todo para no cambiar nada es lo que nos ha impedido ser países mejor organizados, porque una y otra vez cambiamos, y nunca intentamos mantener lo bueno que tenemos, y corregir lo malo, por el contrario en sus afanes de transformar sus naciones los caudillos, y sus partidos, han recurrido a estrategias antidemocráticas, como cambiar constituciones, forzar reelecciones, o imponer un poder del estado sobre otro, luchando el ejecutivo contra el congreso o el poder judicial, acusándose de avasallar su independencia.
No es el camino, si de algo puede alegrase el pueblo peruano es que sus instituciones electorales, el Jurado Nacional de Elecciones, la Oficina Nacional de Procesos Electorales o los Jurado Electoral Especial, se han mantenido independiente y han podido resistir la arremetida de la extrema derecha peruana que, usando los medios de comunicación, así como la redes, intento socavar su reputación, acusando a sus miembros de comunistas, de corruptos, de estar parcializados, sin ninguna prueba, solo con el fin de paralizar las elecciones, y desconocer los resultados.
Podemos decir que en Perú las instituciones funcionan, y son independientes, un síntoma de que la democracia peruana, dos siglos después de su independencia, si funciona; que mejor prueba que un hombre del ande, a pesar de los obstáculos de la extrema derecha, este juramentando como el presidente del bicentenario de la independencia peruana.
¿Dos siglos de independencia, cuando liberamos Cuba?
En el Perú se juegan los destinos de la izquierda latinoamericana, después de tantos gobiernos socialistas fallidos, corruptos y autoritarios que ha tenido la región, el balance es negativo, ninguno ha podido mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos, por el contrario los han empobrecido y obligado a migrar, y hemos vuelto a ver persecuciones políticas, que recuerdan a las dictaduras del siglo 20. Pedro Castillo puede ser el factor de cambio de la izquierda Latinoamérica, no es un hombre empapado en la dialéctica marxista, así que no debería costarle mucho llamar a las dictaduras de izquierda por su nombre, y acabar con el discurso trasnochado de que Cuba es un caso excepcional de la historia, y por lo tanto la democracia no tiene cabida. Una alocución común de todos los politicos de izquierda que participan activamente en lides democráticas en sus países, pero que consideran que los cubanos no están capacitados para elegir a sus autoridades.
Pedro Castillo es el mejor ejemplo de que la democracia es un sistema imperfecto, pero él es único sistema que funciona, que permite a los ciudadanos elegir a quien ellos quieren, sin dejarse manipular por el poder económico y mediático. No olvidemos que en democracia Hugo Chávez, Lula da Silva, Rafael Correa, Daniel Ortega, Evo Morales, o los Kirchner accedieron al poder, y con sus acciones desprestigiaron a la izquierda del continente, permitiendo la recomposición de una extrema derecha que ahora se apropia de las banderas de la democracia y la libertad, que antes eran patrimonio de la izquierda latinoamericana, cuando se enfrentaba a las dictaduras de derecha.